Meditar no es concentración, no
es enfoque. No es pensar mucho en algo. Tampoco es esforzarse por no pensar en
nada. Meditar es total y completa relajación
de la mente. Es un estado natural
de la mente. Por tanto no requiere esfuerzo alguno. Por el contrario, lo único que
pide es soltar todo esfuerzo, todo pensamiento, toda fabricación de la mente. Porque
los pensamientos que provienen de Dios fluyen naturalmente ya que somos un pensamiento de Dios. Pero los
pensamientos del ego, esos que constantemente nos nublan la mente, requieren un
esfuerzo de nuestra parte, por mínimo que parezca, y ello genera tensión. Por
tanto, el relajarse implica soltar todo pensamiento fabricado por nuestro ego. Meditar es total y completa aceptación del
instante presente. Es plena presencia en este instante. Soltar todo
pensamiento, dejarnos fluir a una profunda relajación, nos sitúa en el instante
presente.
Aceptar el instante presente es
aceptar nuestra vida en su totalidad. Aceptarnos a nosotros mismos en el único
instante en el cual “somos”. Porque no somos lo que pasó hace cinco minutos, ni
lo que sucederá dentro de una hora. No somos mañana ni somos ayer. Somos este
instante, aquí y ahora. De manera que si no estamos en este instante, no
estamos vivos. Y no estamos viviendo (a
pesar de respirar) porque estamos divagando en algo que no existe. Este mundo
es una ilusión, un sueño. De manera que mientras nuestra mente esté divagando
en cosas pertenecientes al mundo, vamos a estar divagando en la ilusión. La vida
es aquí y ahora, con total plenitud.
Por eso, si no estamos plenamente presentes en este instante, con nuestro ser
sintiente, no damos lugar a que nuestra vida fluya en esta ilusión; por tanto estamos en presencia de un sueño absolutamente
carente de vida. Y esto es así porque no estamos permitiendo que nuestra vida, nuestra
luz, penetre en el sueño. Y de esta manera estamos resistiendo a que la
voluntad de Dios se haga tanto en la Tierra como en el Cielo, porque estamos
negando que la luz llegue al mundo a través nuestro.
La única manera de permitir que
la luz de Dios penetre en esta ilusión es aquietándonos y estando presentes aquí
y ahora, ya que este es el único instante en que nuestra vida se está sucediendo.
Pero si continuamos divagando entre lo que fue y lo que será, estaremos
divagando entre ilusiones, y por tanto en el miedo, lo cual nos lleva a sufrir.
Estaremos cayendo entonces en la trampa del ego de alejarnos del instante
presente para evitar que tengamos sentido de nuestra realidad.
Por tanto, al volcar nuestra
voluntad hacia el sistema de pensamientos del ego, lo que hacemos es creernos
que las ilusiones son reales. Y como las ilusiones son producto del miedo, lógicamente
tenemos miedo de lo que va a pasar, o de que se repita lo que ya sucedió. De ahí
que tengamos miedo a la muerte, al creer que este cuerpo es nuestra realidad.
Pero liberar la mente de la prisión del ego nos lleva al instante presente,
como si de una goma elástica se tratase. Es decir, al soltar las creencias a
las cuales nos aferramos, no podemos por menos que retornar a nuestro origen,
al centro de nuestro propio Ser. Y desde ahí se perciben las ilusiones
totalmente diáfanas.
La mente puede, por tanto,
perderse en sombríos laberintos que nos llevan a la incertidumbre, al temor de
lo que vendrá, a la culpa por lo que ya sucedió. Nos vemos envueltos en tenebrosas
tormentas de sufrimiento constante que por momentos se vuelven insoportables. ¿Cuál
es la salida entonces? La única salida, justamente, es soltar esos pensamientos
que nos llevan a divagar por oscuros callejones, y retornar así a la radiante
luz del instante presente; ahí donde todo miedo se desvanece, ahí donde nuestra
vida se está sucediendo constantemente. Ahí, donde puedes recordar quién eres.
El pasado y el futuro son
oscuridad, el instante presente es un haz de luz. Dejar de vagar en tinieblas
solo requiere tu voluntad, tu firme deseo de permitir que la luz de Dios
penetre en el sueño y te ilumine para poder ver las ilusiones como en realidad
son. En ese punto, en este instante presente, es donde el Amor tiene cabida,
donde el miedo desaparece; donde la serenidad y la paz retornan a tu mente. Eso
es meditar. La meditación te retorna al Amor, permitiendo que la verdad penetre
en tu mente. Pedir por tanto que la verdad te sea revelada es la verdadera oración.
Orar es meditar.
Aquietar la mente, unirse al
flujo de la vida, es permitir que este sueño de miedo y sufrimiento se convierta
en un sueño feliz que nos acerque al despertar en paz. Y esto es solo posible
en este instante, aquí y ahora.
Esto da lugar a sentir la
inocencia, la tuya y la de los demás. Da lugar a percibirla en todo lo que te
rodea. En este instante no hay culpabilidad porque no hay necesidades, por
tanto ves a tus hermanos como lo que son, la misma mente en el mismo haz de
luz. Los cuerpos pasan a ser meros personajes vagando en el sueño.
Es posible entonces la unión de
las mentes en un mismo propósito, el de permitir que el Cielo descienda sobre
la Tierra, dando lugar a la sanación, al milagro. Porque cuando uno aquieta la
mente y da lugar al conocimiento, es cuando el milagro tiene cabida. Meditar es,
por tanto, dar lugar al milagro.
De hecho las necesidades del
cuerpo surgen cuando la mente acepta la creencia de ser un cuerpo. Dicho de
otra manera, cuando te vuelves consiente de tu realidad absoluta, en ese
instante, las necesidades del cuerpo son nulas. Cualquier dolor o sensación de
necesidad física desaparecen. No obstante, cuando la mente vuelve a perderse en
pensamientos mundanos, el cuerpo vuelve a reclamar su sitio, su “identidad”, su
“realidad”. Una “realidad” limitada, inmersa en constantes necesidades tanto
externas como internas. Más tu realidad no sabe de escasez ni limitaciones,
puesto que es una creación de Dios y por tanto eres Absoluto, Pleno y Eterno.
Es decir, no eres un cuerpo, aunque así decidas creerlo. Y mientras continúes creyéndolo
así, el miedo será una constante en tu vida.
Esta resistencia a soltar el
personaje que crees ser, es una resistencia a la vida tal y como es. Por el contrario, soltar el
personaje y todas tus creencias, es soltar toda resistencia para así Aceptar la
vida tal y como es. Solo mediante la Aceptación
es que la vida se vuelve totalmente simple, sin necesidad de esfuerzo alguno.
Todo transcurre entonces como una
película proyectada por tu mente, pero en vez de creerte el personaje de la película,
te vuelves consciente de que tu eres el que está proyectando el film, y puedes
disfrutar de la proyección desde la seguridad y confort de tu butaca. Pero esto
es una simple analogía, no pretendas
entender las palabras y asimilar los ejemplos, ya que solo mediante la experiencia llega la comprensión. Y la experiencia
se alcanza a través de la meditación. Por tanto, ¿Qué es meditar? La respuesta es
una experiencia, y en la experiencia la pregunta desaparece.