martes, 22 de julio de 2014

El Cambio




     Definitivamente, para solucionar los problemas sociales, hace falta más y mejor educación. Como sociedad civilizada que somos, no podemos permitirnos, en pleno siglo veintiuno, tener en el propio patio de nuestra casa a familias enteras desprovistas de las necesidades más básicas. Algo tenemos que hacer.
     Por lo pronto, y no es poca cosa, nos tomamos el trabajo de clasificar nuestros desperdicios para que a ellos les sea más fácil rescatar las migajas que los ayuden a sobrevivir. Y como si eso fuera poco, también les permitimos acercarse a nuestras iglesias y centros de caridad para que puedan manotear algunas de las ropas que nosotros mismos dejamos allí, porque ya no tenemos lugar en nuestros roperos para amontonar las prendas nuevas que vamos adquiriendo.
     Pero al parecer nuestra decencia y bondad, incluso nuestra más sagrada misericordia, no son suficientes para que ellos tengan una vida medianamente digna. ¡Acá hace falta educación! Y para eso necesitamos (y por suerte ahora los hay) gobiernos que se ocupen más seriamente de esta gente; alguien que los contenga, los controle, los eduque. Así, de esa manera, vamos a poder incluirlos de a poco en nuestra sociedad; o quizá, mejor aún, ellos mismos puedan erigir su propia sociedad que se asemeje a la nuestra y así todos vamos a poder vivir en paz. Porque como viene la mano, con esta gente en esas condiciones, no hay quien duerma tranquilo en esta ciudad. De manera que, insisto, hay que educarlos para que adquieran las bases y condiciones necesarias para ingresar a nuestra civilización. Necesitan aprender a comportarse, aprender a convivir, a respetar al prójimo, a no tomar lo que no les pertenece. Deben aprender a controlarse, a ubicarse y a desenvolverse normalmente en una sociedad civilizada. Además, claro, de la formación institucional tal y como la conocemos; es decir, esa socialización que necesitan estos individuos, para que asimilen y aprendan los conocimientos que impliquen una concienciación cultural y conductual acorde a los modos de ser de toda sociedad civilizada. Y debemos hacer especial enfoque en los niños, que son los que tienen la mayor posibilidad de salvarse e insertarse en nuestra sociedad, siempre y cuando reciban dicha educación que fomente el proceso de estructuración del pensamiento y de las formas de expresión, para estimular así la integración y la convivencia grupal.
     Y así, en algún momento, podremos tener la vida digna y tranquila que nos merecemos.

¡BASTA!

Como dijo Calle 13 “..si quieres cambio verdadero, pues, camina distinto..”


     ¿Hasta cuándo nos vamos a fumar el camino flechado en dirección Norte? Demos vuelta el mapa patas arriba y empecemos a caminar en dirección al Sur, que quizá descubramos la otra cara de la moneda.
     Hace más de veinte años que vengo escuchando el mismo discurso acerca de la educación, pero ahora me pregunto:
¿Quién dijo que los únicos que necesitan educación son los excluidos y olvidados? ¿Qué hay de los supuestamente bien educados?
     Tal vez sean ellos quienes más necesiten ser re-educados. Para que aprendan a tolerar, para que aprendan a incluir, a respetar a todos y todas; para que empiecen a comprender. Porque evidentemente necesitan comprender que el problema no radica en los marginados; ellos son el resultado que arroja el problema. Y dicho problema está instalado en las mentes de quienes se creen más y mejores que el resto; ellos que se creen los únicos dignos de ser, de estar, de pertenecer.
     Entonces, deberíamos plantearnos nuevas propuestas de solución, y empezar a educar a estas minorías que pretenden adiestrar al resto, sin darse cuenta que ellos mismos fueron adiestrados por el capitalismo más voraz, por el ego mas altanero.
Pero claro, estamos acostumbrados a hacer todo como siempre se ha hecho, y tenemos miedo de cambiar, no vaya a ser cosa que nos demos cuenta que estábamos equivocados, que estábamos viviendo una mentira. Humildemente creo que el precio que hay que pagar para ver la otra cara de la moneda, es infinitamente inferior al precio que estamos pagando por vivir con los ojos vendados.
     Debemos tener en cuenta, para finalizar, que el cambio empieza por uno mismo, sigue por casa, se expande en las aulas, y se ve reflejado en la sociedad.

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