Definitivamente, para solucionar los
problemas sociales, hace falta más y mejor educación. Como sociedad civilizada
que somos, no podemos permitirnos, en pleno siglo veintiuno, tener en el propio
patio de nuestra casa a familias enteras desprovistas de las necesidades más básicas.
Algo tenemos que hacer.
Por lo pronto, y no es poca cosa, nos
tomamos el trabajo de clasificar nuestros desperdicios para que a ellos les sea
más fácil rescatar las migajas que los ayuden a sobrevivir. Y como si eso fuera
poco, también les permitimos acercarse a nuestras iglesias y centros de caridad
para que puedan manotear algunas de las ropas que nosotros mismos dejamos allí,
porque ya no tenemos lugar en nuestros roperos para amontonar las prendas
nuevas que vamos adquiriendo.
Pero al parecer nuestra decencia y bondad,
incluso nuestra más sagrada misericordia, no son suficientes para que ellos
tengan una vida medianamente digna. ¡Acá hace falta educación! Y para eso
necesitamos (y por suerte ahora los hay) gobiernos que se ocupen más seriamente
de esta gente; alguien que los contenga, los controle, los eduque. Así, de esa
manera, vamos a poder incluirlos de a poco en nuestra sociedad; o quizá, mejor aún,
ellos mismos puedan erigir su propia sociedad que se asemeje a la nuestra y así
todos vamos a poder vivir en paz. Porque como viene la mano, con esta gente en
esas condiciones, no hay quien duerma tranquilo en esta ciudad. De manera que,
insisto, hay que educarlos para que adquieran las bases y condiciones
necesarias para ingresar a nuestra civilización. Necesitan aprender a
comportarse, aprender a convivir, a respetar al prójimo, a no tomar lo que no
les pertenece. Deben aprender a controlarse, a ubicarse y a desenvolverse
normalmente en una sociedad civilizada. Además, claro, de la formación institucional
tal y como la conocemos; es decir, esa socialización que necesitan estos
individuos, para que asimilen y aprendan los conocimientos que impliquen una concienciación
cultural y conductual acorde a los modos de ser de toda sociedad civilizada. Y
debemos hacer especial enfoque en los niños, que son los que tienen la mayor
posibilidad de salvarse e insertarse en nuestra sociedad, siempre y cuando
reciban dicha educación que fomente el proceso de estructuración del pensamiento
y de las formas de expresión, para estimular así la integración y la
convivencia grupal.
Y así, en algún momento, podremos tener la
vida digna y tranquila que nos merecemos.
¡BASTA!
Como dijo Calle 13 “..si
quieres cambio verdadero, pues, camina distinto..”
¿Hasta cuándo nos vamos a fumar el camino
flechado en dirección Norte? Demos vuelta el mapa patas arriba y empecemos a
caminar en dirección al Sur, que quizá descubramos la otra cara de la moneda.
Hace más de veinte años que vengo
escuchando el mismo discurso acerca de la educación, pero ahora me pregunto:
¿Quién dijo que los únicos que
necesitan educación son los excluidos y olvidados? ¿Qué hay de los
supuestamente bien educados?
Tal vez sean ellos quienes más necesiten
ser re-educados. Para que aprendan a tolerar, para que aprendan a incluir, a
respetar a todos y todas; para que empiecen a comprender. Porque evidentemente
necesitan comprender que el problema no radica en los marginados; ellos son el
resultado que arroja el problema. Y dicho problema está instalado en las mentes
de quienes se creen más y mejores que el resto; ellos que se creen los únicos dignos
de ser, de estar, de pertenecer.
Entonces, deberíamos plantearnos nuevas
propuestas de solución, y empezar a educar a estas minorías que pretenden adiestrar
al resto, sin darse cuenta que ellos mismos fueron adiestrados por el
capitalismo más voraz, por el ego mas altanero.
Pero claro, estamos acostumbrados
a hacer todo como siempre se ha hecho, y tenemos miedo de cambiar, no vaya a
ser cosa que nos demos cuenta que estábamos equivocados, que estábamos viviendo
una mentira. Humildemente creo que el precio que hay que pagar para ver la otra
cara de la moneda, es infinitamente inferior al precio que estamos pagando por
vivir con los ojos vendados.
Debemos tener en cuenta, para finalizar,
que el cambio empieza por uno mismo, sigue por casa, se expande en las aulas, y
se ve reflejado en la sociedad.
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