martes, 15 de julio de 2014

¡Viva la Re-evolución!


     Me emociono al reconocer lo pequeño que soy, lo minúsculos que somos nosotros, los seres humanos. Con total soltura y descaro nos despachamos orgullosos frente a nuestros pares para demostrarles que somos una raza superior, y ustedes ahí abajo son inferiores a mí, por supuesto, que soy el inventor de esto o aquello. ¡No inventamos nada señores! Estaban ahí, en el suelo, en la tierra, el hierro y el cobre que nosotros simplemente fundimos entre sí para dar lugar a la llegada del acero. Vaya invento del ser humano, aplicó plusvalía. Repito, ¡no creamos nada señores! Nos adaptamos y evolucionamos de manera verdaderamente asombrosa, es cierto, pero no somos lo superiores que creemos ser. Porque no comprendemos, claro; me rehúso a admitir que el de al lado es igual a mí, que es como yo, es un poco yo… y yo soy un poco él, y ambos somos un poco vos. Porque todos venimos del mismo lugar, tenemos internamente la misma energía, esa que está en todo y en todos. Porque los animales y las plantas provienen también de la misma fuente, porque sabido es que nuestro ADN coincide en un punto con el ADN del gusano. Y no lo vemos, no lo queremos ver. No queremos comprender. Ah, porque el día que comprendamos…
     No tengo nada en contra de nadie, y a todos y todas respeto y abrazo; pero ¿qué me vienen a hablar de revolución? Revolucionarnos, revelarnos, ¿frente a quién? ¿Pelearnos contra quiénes? ¿Apoyar a cuáles otros? ¿Eso es revolución? Eso no es revolución, eso es matarse los unos a los otros. Es esa misma mecánica la que nos puso un techo y no nos permite seguir evolucionando. No hay que revelarse, hay que abrazarse. La clave no es revolución, la palabra es evolución. Porque revolución sería comprender y luego decidir. Comprender lo  minúsculo que somos, comprender la inmensidad del universo, lo mucho que tenemos por aprender. Y luego decidir dejar de ser. Deberíamos comenzar por aprender a amarnos plenamente, porque sólo desde ese lugar es que podemos amar a todos y todas, a todas las cosas, al mundo en su conjunto con todo lo que contiene, al vasto universo, por igual. Eso señores y señoras es la verdadera revolución, la interna, la que nos permite crecer desde adentro y ¡qué carajo! Ahí no vamos a tener que elegir por un color distinto cada cuatro años, ¡que mierda! Porque mentira que no se puede, sí que se puede, pero tenemos miedo. Y tenemos miedo porque nos falta tener más amor. Porque al final de cuentas, los cuatro pibes de Liverpool tenían razón, la palabra, es AMOR.

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