viernes, 9 de enero de 2015

Tormenta y gorriones

     Hay momentos en que uno está histérico. No se sabe bien la razón o el motivo, pero todo cuanto sucede alrededor molesta, todo. Tal vez sea el calor, la humedad, el haberse levantado con el pie izquierdo, da igual. Uno se siente completamente molesto, inaguantable para con uno mismo, hasta el canto de un gorrión es motivo de bronca en situaciones así. Solía sucederme esto mismo con cierta regularidad, ahora el hecho es motivo de estas líneas; así de extraño se ha vuelto. Pero bien, en situaciones así no es sano reprimir la ira contenida, hay que liberar esa bronca aparentemente infundada. Quizá sea hasta oportuna una buena puteada al aire, o los cinco nudillos de la mano derecha contra la puerta del baño. Bienvenido sea aquello que ayude a descargar las emociones, siempre y cuando no haga daño a nadie, claro está. Bienvenido sea el sentir esa bronca, esa ira, esa rabia, esa histeria.. como se la quiera llamar, da igual, no importan aquí las etiquetas, sino las emociones; y vaya sentimiento de disgusto que siente uno en esos días. En fin, no hay que guardarse nada, todo hay que soltarlo y dejarlo ir.. y después? Después entra en juego la conciencia, y dependiendo del nivel de ésta, será la solución que obtengas para el supuesto problema.
     Mi nivel de conciencia es considerablemente superior que antes, y es por ello que me aventuro a derramar estas líneas. Acabo de sobrepasar un sacudón de esos que te sacan de quicio de la nada. Duró lo que tuvo que durar, pero durante el proceso en ningún momento intenté contenerme o guardarme para mí esa rabia, ya que durante años comprobé de primera mano que eso tan solo conlleva más y más sufrimiento, incluso a largo plazo (a muy largo plazo a veces). De manera que cuando esta mañana me vi envuelto en una nube de rabia, mi conciencia me condujo lo más sencilla y amorosamente posible entre dichas nubes; y pude atravesarlas.
     No eran tan tormentosas como parecían, y de hecho pude comprobar que ni siquiera eran un obstáculo; no obstante aparentaban serlo. Un obstáculo que me estaba separando de la paz que desde hace tiempo reina en mi vida. Asique sabiendo esto a conciencia, simplemente pude dejar que mi malestar fluyera libre y graciosamente a través de mi, pude soltarlo y dejarlo ir. Que sucedió después? Qué es lo que queda luego de la tormenta? Al igual que en el mundo “externo”, tan solo queda la calma. Exactamente eso es lo que sentí, una gran calma con una hermosa melodía entonada por gorriones festivos. Comprendí entonces, una vez mas (y van…) que no hay nada ahí fuera que no sea el fiel reflejo de lo que llevamos dentro; o mejor dicho, no existe nada externo, todo lo que aparenta el mundo exterior no es más que nuestra propia conciencia proyectada.

     Esta profunda y simple comprensión hace que esa gran calma que sentí luego de atravesar los nubarrones, se convierta en una profunda paz, tan intensa que ni siquiera tengo que pensar en estas palabras que estoy escribiendo, puesto que fluyen como el canto de los gorriones en el viento. A la distancia, ese personaje que esta mañana estuvo tan iracundo e histérico, se torna ahora motivo de risa, cuando comprendo que “ese” no soy “yo”, ya que mi Ser no puede sucumbir ante el miedo porque la Paz, la Dicha y la Plenitud son inertes a él. Es decir, no soy “ese” que es débil y temeroso, al contrario, soy Amor en su máxima expresión; y en presencia del Amor, el miedo desaparece.

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